¿Qué es el efecto Coolidge?
El efecto Coolidge es un fenómeno neurobiológico común a los mamíferos y que
está ligado a su comportamiento sexual. Para explicar y entender este fenómeno
basta con espiar la conducta sexual de los gallos en determinadas condiciones
experimentales.
Veamos este ejemplo del efecto coolidge:
“En una ocasión el presidente de los Estados
Unidos Calvin Coolidge estaba visitando con su mujer una granja experimental
del gobierno. En un momento dado la primera Dama se había
adelantado un poco cuando observó como un gallo desarrollaba una frenética
actividad sexual. Sorprendida no pudo dejar de preguntar al asistente cuantas
veces lo hacía el gallo al día. La respuesta le sorprendió aún más “Una
docena de veces cada día Señora”. Con una maligna sonrisa, la señora Coolidge dijo al asistente:
“No se olvide de comentárselo al Presidente cuando pase por aquí”.
Más tarde llegó el Presidente al mismo
punto. Allí fue informado de las palabras de la primera Dama. Calvin
Coolidge, no se alteró, y miró con tranquilidad al gallinero “Y dígame”, preguntó
“¿es siempre con la misma gallina?”. El asistente respondió: “No
señor Presidente, es una gallina diferente en cada ocasión”. El Presidente no movió ni un ápice el gesto”
Asegúrese de decir eso a la señora Coolidge”.
El deseo sexual y la voluntad de
apareamiento crece con la novedad: si aparece una
nueva hembra receptiva, el macho olvidará su cansancio y su indolencia, y
volverá a la actividad placentera hasta quedar exhausto. En definitiva, podemos
asegurar que el efecto Coolidge
acelera la respuesta sexual del macho al introducir una nueva
hembra a su entorno.
El efecto Coolidge y la adicción a la pornografía
Lo
cierto es que el sexo y
la dopamina van
de la mano. La
clave del efecto Coolidge reside en la producción
de dopamina, un neurotransmisor al que se ha vinculado con las
adicciones y la lujuria. El sistema de recompensa del cerebro libera dopamina,
que conduce la voluntad y la necesidad de los animales de satisfacer sus apetencias sexuales.
Trasladar
estos fenómenos al cerebro de los adolescentes que miran pornografía de
forma obsesiva no es tan complicado. En el cerebro humano, el efecto Coolidge
funciona de una manera similar. Un estudio australiano demostró que si a un
grupo de hombres se les proyectaba una y otra vez las mismas escenas eróticas, el interés y la excitación decrecían. Pero
al introducir nuevas escenas nunca antes vistas, el estímulo por la novedad
ejercía su efecto medible en erecciones. Una vez más, la dopamina es la
culpable, haciendo que la excitación crezca, sin importar cuánto sexo hayas
visto –o tenido–, el cerebro, de una forma primitiva, necesita el estímulo para
que alcances tu satisfacción y, en la más primigenia de las posibilidades, te
reproduzcas.
Así,
al mirar
pornografía en Internet es obvio que la disponibilidad de miles y miles de nuevas escenas, y horas y horas
de filmaciones actuarán en tu cerebro. La novedad es constante en este
negocio. Cada nueva búsqueda en Internet es una nueva posibilidad, una nueva
escena, y genera la misma respuesta del cerebro a esa novedad
estimulante.
Ahora,
el exceso de dopamina provoca cambios a nivel molecular en el cerebro,
afectando al sistema de recompensa. Entonces, crece la demanda de dopamina, y el
circuito se enciende una vez más: es necesario el porno para que el cerebro
tenga la dopamina que quiere. De esta
manera, la pornografía se vuelve adictiva.
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